martes, 28 de mayo de 2013

Sensaciones

Todavía tengo una espinita en la garganta.
A veces, la lluvia comienza desde mis faroles y termina en el algodón donde reposo mi cabeza.

A veces, no siempre, sólo a veces, me cuesta entender porque me invade tu reflejo en la mente. Es como si te mirara de frente, y la lluvia de mis faroles comenzara a evacuar con firmeza, es raro, muy raro. Como si se tratara de algún sentimiento que renace del carbón, no lo sé.

A veces, me vulnera el hecho de sentir esos suspiros, que, de pronto, casi sin querer, me cortan la respiración cuando ese reflejo del que hablo; se posa nuevamente en mis retinas, tirando al suelo toda posibilidad de parar esta locura infernal; que no me suelta por varios minutos. Es raro, muy raro. Como si mi cuerpo quisiera expresar algún deseo pernicioso para mi estado anímico, no lo sé.

A veces, cuando tu recuerdo es impertinente, me desborda la nostalgia y mi corazón produce una suerte de taquicardia, un hinchaje de pecho que me eriza la piel, como si con la mano me estrujaran el alma, como si la boca del estómago me dijera algo, a tal punto, de no entender si es por el efecto de los benditos suspiros inesperados, o si es por algún síntoma felino que me ataca cuando tu rostro envenenado de ternura se me cruza una y otra vez. No lo sé, es muy raro, demasiado diría yo.

¿Cómo llamar a todo esto? ¿Cómo definir esta sensación que me debilita y me destruye? ¿Cómo denominar a esta imperante y tormentosa bola de sentimientos que aún permanecen en mi interior? No lo sé, ya dije que es muy raro, y también que es demasiado raro que ronden por mi cabeza los destellos de un amor fugaz que  se resiste a serlo. Sólo sé que los límites de lo permitido y lo vivido deben !cerrarse ya! No es justo ni necesario, carcomerme las entrañas por algo que ya no debe estar en mis planes. No.

Es raro, demasiado raro, que mis faroles, tengan que estar mojados a causa de la incesante lluvia que se produce cuando vuelves sin avisar, quizá tu reflejo no se borrará, aunque tus besos y caricias se hayan marchado y hayas tenido que prescindir del calor que te proporcionaba mi amor. No lo sé.

Quizá sea el abrupto quiebre, el que me haga pensar cómo sería un día contigo de nuevo, cómo sería que nos miremos sin pronunciar palabra, y que, sólo se escuchen nuestras palpitaciones al ritmo de una balada o al del susurro eterno de la noche. ¿Cómo sería? ¿Raro no? Así me siento cuando aún, sin estar cerca, erizas mi piel y me estrujas el alma con tan sólo aparecer por arte de magia. Es raro, muy raro. No lo sé.