Ha
sido lindo verte de nuevo. Debo confesar que tu llamada me sorprendió, más aún
su contenido. Querer encontrarte conmigo, caminar junto a mí y conversar, fue
algo que no esperé.
Quería
verte, tenía ganas de abrazarte, de mirarte tiernamente, de sentir tu
respiración, de abordarte con mi sonrisa, con mis locuras, pero no fue así.
Ganó más mi indiferencia, mi desdén, aunque luego me arrepentí.
Quería
agarrarte el bolso sin que me lo pidas, disfrutarte mientras caminabas – aunque
lo hice por un instante – quería que tú también temblaras, te emocionaras y me
miraras con esos gestos y ese brillo en los ojos que ayer no vi, y no porque ya
no existiera en tu mirada, sino más bien, porque no me atreví a mirarte
fijamente y cuando lo hice buscabas algo en el maletín.
Caminamos
casi quince minutos, entre preguntas que tú me hacías - aunque por un instante pensé que te acordarías de mi cumpleaños - y respuestas que casi yo no
contestaba, entre silencios desgarradores que no imaginé y entre latidos
intensos que me hacían sudar.
Quería
caminar sin rumbo contigo, reaccionar como si nada, perdonarte y que me perdones,
abrazarte hasta pegar nuestros corazones, nuestros labios, nuestras vidas otra
vez. Decirte que te amo como ayer o quizá mucho más, aprovechar tal vez, ese
único momento que ya no tendremos, que no volverá. Sabe Dios hasta cuándo.
No me despedí, no nos saludamos, sólo caminamos y me fui así, como cuando te fuiste de mí. No importa lo que sientes ahora, no importa lo que sentiste, sólo me importa que seas feliz. Te amo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario